martes, 16 de abril de 2013

Diversidad en el deporte . El leonés Raúl González se convierte en el primer árbitro en silla de ruedas


No quiere que le consideren pionero de nada, sólo un joven apasionado del deporte que a través del arbitraje pretende canalizar una parte de su vida. Pero Raúl González ha abierto de par en par con su constancia y decisión las puertas a la presencia de personas con discapacidad en un panorama de altas exigencias.
Con su inseparable silla de ruedas este joven leonés de 17 años y estudiante de primero de bachillerato en el Juan del Enzina lograba hace apenas dos meses hacer realidad su sueño, arbitrar partidos de balonmano. Quien se lo iba a decir en aquel mes de octubre del 2012 cuando en una visita del presidente del colegio de árbitros de León, David Rodríguez, Raúl decidía apuntarse a la campaña de captación. «Mi idea era al principio aprender el reglamento de este deporte, nada más, pero con el paso de los días me picó el gusanillo y aquí estoy», precisa Raúl cuyos problemas de movilidad tienen como origen su nacimiento de forma prematura, circunstancia que lejos de convertirse en una barrera para él ha supuesto un acicate. «No puedes nunca ponerte límites sino intentar alcanzar tus sueños y yo ahora estoy haciendo realidad el mío», asevera.
Desde aquel 22 de octubre del año pasado Raúl González ha ido creciendo, asimilando el reglamento y convenciéndose de que «querer es poder». También ha contado con la ayuda del presidente de los árbitros en León, David Rodríguez Lera, el colegiado internacional Antonio Martín Franco e Iván Pereira. «Su ayuda es fundamental. Han apostado por mí y se lo agradezco. No voy a negar que al principio les causó cierta sorpresa mi decisión de dedicarme al arbitraje pero a cada paso que doy ellos están ahí para apoyarme», enfatiza Raúl que también tiene el apoyo incondicional de sus padres y amigos. «La decisión la toma uno mismo pero en estos meses he encontrado siempre el aliento de todos».
Lo primero para Raúl en estos seis meses fue asimilar el reglamento. Luego superar las pruebas físicas y teóricas y finalmente, coger el silbato, el traje de árbitro y dirigir partidos. «Ha sido un proceso similar al que pueden seguir el resto de personas», destaca Martín Franco que a primeros de febrero le informaba que ya estaba preparado para dirigir encuentros. Hasta ese momento su labor estaba centrada en la mesa de crono. «Me dijeron que el 10 de febrero tenía el primer partido, un San José-San Agustín de alevines. Y no me lo pensé. Al principio me encontré algo extraño pero fueron sólo unos minutos, los mismos que los jugadores a los que tenía que pitar también vivieron esa sensación. Luego fue todo reconfortante».
Y así ya lleva más de una decena de encuentros. «Voy paso a paso aunque (sonríe) en un futuro sueño con llegar a la Asobal. Sé que es posible y que todo dependerá de como aplico el reglamento y dirijo los partidos, nada más». Raúl lo tiene claro aunque también anhela con poder arbitrar un encuentro de su equipo de toda la vida, el Ademar. «Es mi sueño y espero cumplirlo. No sé si será en la Asobal porque primero debo llegar a esa categoría y a día de hoy estoy empezando. También me conformaría con un amistoso».
Autoexigente
Raúl González sabe que su caso además de abrir las puertas a otras personas con alguna discapacidad, también se ha convertido en mediático. «Si ayuda a personas como yo bienvenido sea aunque sólo quiero disfrutar de lo que me gusta. Nada más. Si también se convierte en un espaldarazo a un deporte en el que somos campeones del mundo pero que parece eclipsado por otros como el fútbol, el baloncesto o el tenis, mejor», remarca este árbitro leonés para el que ir en silla de ruedas no es impedimento alguno.
Ni a nivel de accesibilidad. «Por suerte en León los pabellones no presentan dificultades para el acceso. Tampoco en las pistas. Y eso te ayuda».
Tampoco a la hora de referirse a los partidos. «Lo importante es arbitrar y saber lo que haces. En mi caso en un partido de balonmano somos dos árbitros. Uno se sitúa detrás de la portería y otro en una banda coincidente con el centro del campo. Y ahí ni impide el juego y además lo ve todo. Si alguna vez chocas con un jugador lo puedes hacer si vas en silla de ruedas como si no lo haces».
Además, Raúl es el primero en reconocer sus fallos o aciertos. «Soy autocrítico porque quiero mejorar», asevera. Esa exigencia queda plasmada en la valoración de su debut. «Nadie me ha dicho nada pero yo me ví un poco nervioso. Además, tuve unos pocos errores como pitar un penalti que luego acabó en gol. Debo corregir estos fallos».
Su concepción del compromiso es tan clara que salvo los lunes y días de partido dedica hora y media a perfeccionar sus conocimientos del arbitraje. También a realizar por espacio de más de una hora terapia para ejercitar las piernas. Eso sin olvidarse de los estudios. «Sé que del balonmano va a ser difícil vivir y por eso quiero prepararme para poder trabajar en otras cosas».
Sorprende cómo un chaval discapacitado, que se enganchó al deporte hace tan sólo tres años gracias al Ademar, lo vive de forma tan apasionada. «En el instituto prefiero hablar de balonmano antes que de fútbol». Es precisamente esa manera de vivir esta disciplina lo que le ha hecho afrontar unas barreras que nadie antes había superado. «Te quedas impresionado cuando ves a un chico en silla de ruedas que le pone más ganas e ilusión que muchos otros con plenas facultades. Además, su entusiasmo nos contagia al resto», comenta Rodríguez Lera, uno de los ‘padrinos’ deportivamente hablando y bastones en los que se asienta la ilusión de Raúl González.
Raúl también es consciente que si bien hasta ahora está recibiendo apoyos y la complicidad de los jugadores, algún día se encontrará con algún ‘descerebrado’ que intenta insultarle aprovechando su situación de tener que utilizar la silla de ruedas. «Estoy preparado para lo que venga. Lo negativo son los insultos que tienes que recibir, pero los aficionados están en su derecho de protestar. Ser árbitro supone que, para lo bueno y para lo malo, todos van a estar pendientes de ti».
Sin trato de favor
A pesar de su discapacidad, Raúl González no ha contado con un trato diferente al de otros muchos jóvenes que desean dedicarse al arbitraje. No hay prebendas asegura Martín Franco para el que «si vale y tiene los conocimientos idóneos, para nosotros no hay discusión». De la misma opinión es Rodríguez Lera. «No se ha ganado nada por su estado, sino que todos los logros conseguidos los ha obtenido por méritos propios. Únicamente se está aplicando un trato preferencial y de manera temporal a la hora de designar un colegiado más en sus partidos hasta que tenga más tablas», apunta Rodríguez Lera para el que Raúl no es un caso raro. Es el primero en silla de ruedas pero no el único que ha probado en el arbitraje con alguna discapacidad. «En su día tuvimos un colegiado sordo. Fue hace cuatro años más o menos y lo dejó no por tema deportivo si no porque tuvo que marcharse fuera de León por asuntos de trabajo».

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